DESAFÍOS PARA LA COMUNICACIÓN POPULAR
Una disputa por la hegemonía
La ley de servicios audiovisuales abre paso al desarrollo de medios propios, capaces de disputar la agenda informativa e interpretativa que despliegan hoy los grandes grupos. Ese proceso, que demandará herramientas adecuadas, implica la creación de un nuevo sujeto.
Hay sectores que sienten fastidio ante la posibilidad de que los trabajadores hagan circular sus ideas.
Pensar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual es ahondar en el territorio de una herramienta clave para la producción y reproducción de información y comunicación desde el campo popular, que puede —y debe— ocupar el tercio del campo radiofónico y televisivo que el nuevo régimen prevé. Ese desafío convoca a fortalecer lazos con organizaciones barriales, sindicatos, asociaciones sin fines de lucro, cooperativas, grupos ambientalistas, pueblos originarios, movimientos sociales y políticos en general, para concretar proyectos que permitan, primero, desarrollar medios propios y, sobre esa base, salir a disputar hegemonía a los grandes grupos concentrados del poder económico nacional y transnacional.
Tras el fallo de la Corte Suprema que fija el 7 de diciembre próximo como plazo para la vigencia de la medida cautelar presentada por el Grupo Clarín contra la aplicación del artículo 161 de esa ley —que establece la adecuación del número de licencias en poder de cada titular—, surgen dos interrogantes. ¿En qué condiciones se ocupará el espacio reservado en el nuevo régimen para los actores de la comunicación popular? ¿Tendrán las herramientas necesarias para estar a la altura de las circunstancias?
El periodista Ariel Weinman, que se desempeña en FM Gráfica de La Boca, ha dicho que “la comunicación popular entiende a la comunicación y a la información como un derecho humano esencial” y “trabaja para desmonopolizar y desconcentrar la palabra con una agenda propia”. Con esa perspectiva, apunta Weinman, es construida por otro sujeto: “trabajadores, desempleados, jóvenes, estudiantes, mujeres que lideran centros comunitarios, músicos, artistas, quienes la asumen explícitamente como una herramienta de la lucha por el sentido”.
En oposición a este panorama, hay sectores que sienten preocupación, fastidio y hasta repulsión de cara a la posibilidad de que el pueblo trabajador ejerza su derecho a hacer circular sus ideas y disputar la agenda informativa de los grandes medios.
Es el fastidio de nuestra oligarquía y sus tentáculos que alcanzan a vastos sectores de la clase media argentina. La trampa en la que caen analistas y público es que la confluencia de lo que pasa y lo que se enuncia es nada más que la potestad de la interpretación de los hechos que se arrogan los medios. En el mejor de los casos, la interpretación mediática permanece en la opinión pública como un simple almacenamiento de información que deja huérfano el espacio entre el procesamiento de esa información y la acción misma, como un hueco a ser llenado por un sentido común cargado de taras y prejuicios.
Promover y garantizar la articulación de experiencias aisladas desde el campo comunicacional alternativo, construir gradualmente una agenda propia, dar pelea a los grandes medios en la formación de opinión y promover el acceso a los medios de ciudadanos dispuestos a transformarse en sujetos políticos desde la participación en la comunicación popular deberían ser ejes para un trabajo profundo.
En este período bisagra de la historia local y continental, un camino popular desde la comunicación es la decisión colectiva de intervenir en la disputa por la hegemonía política y cultural, para desde allí concretar una base sólida desde la cual luchar por la afirmación —y también toda corrección que fuese necesaria— del rumbo vigente.
Daniel Chaves
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