A PROPÓSITO DE “LA FORMACIÓN DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA”
Nuestra historia está bajo asedio
A 50 años de la publicación del texto fundamental de Thompson, los autores recuerdan el aporte que significó la historia vista desde abajo y reflexionan acerca del sentido político del ataque que los ideólogos de la nueva derecha dirigen contra esa mirada.
“La clase obrera no se levantó como el sol a una hora determinada”, sostenía Thompson.
Por Richard Taylor y Roger Fieldhouse *
Este año [por 2013] ha señalado el 50 aniversario de la publicación de The Making of the English Working Class [La formación de la clase obrera en Inglaterra], que revolucionó el estudio de la Historia. Hasta entonces, la historia había tratado principalmente de los poderosos —del orden dominante de reyes y reinas, aristócratas, industriales, soldados, políticos y terratenientes— y la interpretación del mundo a través de su cultura y sistemas de creencias.
El libro de Thompson le dio la vuelta a esto: la “historia desde abajo” supuso un nuevo modo de ver el mundo a través de los ojos de la clase obrera emergente de principios del siglo XIX y los movimientos e ideas que crearon ella misma y sus aliados. Thompson trataba de “rescatar al pobre calcetero, al cosechador ludita, al ‘obsoleto’ tejedor con su telar manual, al artesano ‘utópico’ y al crédulo seguidor de Joanna Southcott [profetisa religiosa de finales del XVIII] del enorme desdén de la posteridad”.
Este enfoque de la historia es objeto hoy de ataque por parte de los ideólogos de la nueva derecha y de los ministros de educación del gobierno de coalición. Pero, ¿por qué tiene esto importancia: no se trata de un debate intelectual un tanto arcano? Hay tres razones al menos por las que la cuestión es directamente pertinente.
En primer lugar, el predominio de una ideología neoliberal, elitista amenaza con crear una sociedad orwelliana culturalmente totalitaria que no deje lugar a concepciones alternativas. La brecha entre los ricos y poderosos y los demás se ve acompañada de un abismo semejante en las percepciones políticas, tal como indica, por ejemplo, la reciente intervención de Russell Brand [estrella mediática que crítico acerbamente a la clase política]. El resultado es que el proceso político queda cada vez más desacreditado. De esta clausura de la discusión de análisis alternativos es ejemplo la revuelta de los estudiantes de Económicas en contra de que se les enseñen exclusivamente las ortodoxias neoclásicas (manifiestamente insostenibles), y sus demandas de que se incluyan teorías alternativas —las de Marx, Adam Smith y Keynes— en el programa de estudios.
En segundo lugar, Thompson mostró de qué modo el cambio social y político fundamental provenía de los movimientos de la “gente común”. Tenía poco tiempo para los partidos políticos y sus burocratizados procesos, y todavía menos para la creencia de que la Historia estaba predeterminada: creía en la capacidad de acción humana de la gente corriente que hacía su propia historia. Tal como él lo expresó: “La clase obrera no se levantó como el sol a una hora determinada. Estuvo presente en su propia formación”. En este sentido, su postura prefigura la de la izquierda no alineada de principios del siglo XXI, ejemplificada por los Verdes, el movimiento Occupy, UK Uncut [que hace campaña contra los recortes] y la oposición a la renovación de los [misiles nucleares en submarinos] Trident. Esto último se hace eco del mismo activismo político de Thompson: a lo largo de toda su vida adulta fue un destacado miembro del movimiento por la paz, sobre todo en el clima de Guerra Fría de la década de los 80, en el movimiento por el Desarme Nuclear Europeo [European Nuclear Disarmament - END].
En tercer lugar, no es coincidencia que los actuales ataques al Estado del Bienestar y el sector público se vean acompañados de intentos de socavar libertades culturales e institucionales esenciales: el sistema de jurados, los derechos de sindicalistas y minorías y la libertad de los medios informativos. Thompson no sólo hizo campaña apasionadamente por la protección de estas libertades como elemento central de una sociedad democrática, también demostró por medio de su trabajo de historiador cómo casi todas estas libertades se habían logrado mediante la lucha de la clase trabajadora, progresista contra la amarga oposición de la clase dominante.
Las consecuencias de olvidar estas lecciones serían profundas. Si a la próxima generación de escolares y estudiantes universitarios se le adoctrina, en efecto, para que crean que no hay alternativa a una política que privilegia a los ricos y poderosos, crecerá entonces la desilusión y la alienación políticas. Y es probable que un vacío en la política democrática conduzca al ascenso de la derecha populista, xenófoba, como puede verse en la actual política tanto del Reino Unido como de otras sociedades europeas. Las apuestas difícilmente podrían ser más altas.
* Richard Taylor es profesor emérito del Wolfson College de la Universidad de Cambridge. Fue consejero de la Workers’ Educational Association (WEA). Roger Fieldhouse es profesor emérito de la Universidad de Exeter, donde se dedicó a la educación de adultos y la formación continua. Es coeditor con Richard Taylor de EP Thompson and English Radicalism (Manchester University Press, 2013).
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