La reforma no es tabú
Escribe Oscar R. González
Cuando asoma el debate sobre una eventual reforma constitucional, viene al caso recordar lo que aquél estudiante de abogacía asentó en su tesis de graduación: “El derecho no es una abstracción, una entidad metafísica, es un fenómeno social”, decía Alfredo Palacios en 1900. Los augustos profesores de la Facultad de Derecho rechazaron la tesis porque atacaba “las instituciones”, pero la frase tiene hoy plena actualidad.
Las modificaciones a los códigos Civil y de Comercio, que ya trata el Congreso, así como la designación de una comisión de juristas para elaborar el proyecto de nuevo Código Penal reflejan que aquellas afirmaciones son hoy opinión corriente. Salvo para mentes retrógradas que intentan dotar de pétrea rigidez a nuestra Constitución Nacional, ignorando que su propio texto establece que aquélla “puede ser reformada en el todo o en sus partes”.
La aparición de nuevos derechos obliga a la armonización normativa y nada mejor que dejar establecidas en la Constitución las condiciones en que se materializarán la convivencia social y las relaciones entre los distintos estamentos del Estado.
Esta posibilidad no es otra cosa que el derecho de las actuales y futuras generaciones a elaborar normas más acordes con el correr de los tiempos.
Para retacearlo, algunos aluden al supuesto riesgo de eternización presidencial que podría abrirse, según temen, si se reconsiderara el actual impedimento a una segunda reelección consecutiva. Como si, en una república democrática, la reelegibidad presidencial fuera un dogma intocable y no una cuestión política que se relaciona directamente con el ejercicio de la soberanía popular.
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