LOS CASOS CHAPARRO E IBAZETA

Oscar Chaparro, de 26 años, procesado por robo, estaba detenido en la comisaría Primera de Avellaneda, donde los presos debían vivir en condiciones infrahumanas. Un defensor oficial interpuso un recurso de habeas corpus para denunciar la situación y un juez le dio razón, pero dada la falta de lugares apropiados resolvió distribuir a los detenidos por distintas comisarías bonaerenses.

A las 7 de la mañana del 14 de enero de 2009, Chaparro y once presos más fueron subidos al camión número 10.458 de la División Custodia de Objetivos y Traslado de Detenidos. El vehículo tiene un pasillo central y a sus costados se ubican doce celdas, seis de cada lado. Cada una mide 60 x 60 centímetros, está herméticamente cerrada del lado del pasillo y tiene pequeñas ranuras para la entrada de aire desde afuera. Su aparato de ventilación no funcionaba y ese día era muy caluroso, con una sensación térmica que superaba los 35 grados.

Los presos fueron bajando en las paradas previstas: Saladillo, Trenque Lauquen, Gonzáles Chaves, Tres Arroyos. Al llegar a Coronel Dorrego, destino de Chaparro, el camión había transitado 600 kilómetros y tardado exactamente 24 horas.

Cuando uno de los uniformados abrió su celda, lo encontró muerto. Los presos compañeros de viaje dijeron que en el trayecto no habían recibido comida ni agua y que escucharon a Chaparro quejarse reiteradamente sin que nadie lo atendiera. La autopsia determinó que había muerto por asfixia.

Cristian Ibazeta, de 30 años, estaba detenido en el Unidad 11 de Neuquén. Le faltaban unos días para comenzar con las salidas transitorias. Unos meses antes, había sido el principal testigo en un juicio oral contra 27 guardias por torturas dentro del penal. En la causa, seis fueron encontrados culpables, de los que dos cumplirán condena efectiva. Quien hoy es jefe de todos los penales neuquinos, Carlos Brondo, era jefe de seguridad interna de esa unidad cuando se produjeron las torturas.

Ibazeta, además, había presentado siete denuncias por malos tratos y torturas contra los guarda cárceles. El 21 de mayo de este año, pidió ver a los representantes de la ONG Zainuco, que representó a las víctimas en aquel juicio. Les contó que no tenía problemas con otros presos, que frecuentemente lo mandaban castigado a los buzones y que los guardias lo estaban amenazando. Dijo que estaba asustado y les pidió que avisaran de todo eso a una funcionaria de la Cámara Criminal de Neuquén.

Seis horas después, lo encontraron tirado en su celda con 24 puntazos de arma blanca. Murió poco después. El penal informó que había sido una pelea entre internos. Una versión curiosa, teniendo en cuenta que la celda era individual y su puerta estaba cerrada con llave.

Por G.F.T.