VICTORIO PAULÓN, DIRIGENTE HISTÓRICO DEL SINDICALISMO COMBATIVO

“Hay una clase obrera nueva”

Para el secretario de Relaciones Internacionales de la CTA, mientras el sindicalismo obrero atraviesa una dura etapa de confrontación interna, se está gestando una nueva generación de dirigentes que encarna otro modelo.

Hay una clase obrera nueva
“La unidad es irrenunciable, pero creo que se va a forjar de abajo hacia arriba”, afirma el autor de Una larga huelga.

Foto: India Rodríguez

Esta crisis del movimiento obrero es como el horno de fusión de las acerías. En los hornos eléctricos, bajan unos electrodos gigantescos, funden la chatarra y se producen las aleaciones. Entonces, llega un momento en que el mineral de hierro empieza a rebalsar, y lo que cae al piso pareciera que fuera acero, pero no, es la escoria. Y lo que queda en la cuchara es el acero, ya depurado”, grafica el obrero metalúrgico Victorio Paulón, que hace cuarenta años recorría los talleres para trabajar y organizar a sus compañeros y ahora lo hace para visitar a las bases de su gremio.

Pasa los fines de semana en su Rosario natal, y durante la semana, hace escala en Buenos Aires para cumplir con sus funciones de secretario de Relaciones Internacionales de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), que encabeza el docente Hugo Yasky, una de los dos sectores en que se dividió la central. A esta fractura, se sumó la que partió en dos a la CGT, con lo que la representación sindical está dividida en cuatro. Esas partes bullen dentro de ese horno caliente que describe Paulón.

“De alguna manera, lo que está pasando tiene algún aspecto similar, porque esta es una fractura de cúpula, y lo que está cayendo de ese horno es la escoria. Se produce por profundas diferencias políticas, por la caracterización de la etapa y del Gobierno, pero al mismo tiempo ocurrió durante la recuperación de la negociación colectiva. Entretanto, por debajo, se está formando un nuevo sindicalismo. Hay una nueva clase obrera. Hoy vas a una fábrica de dos o tres mil trabajadores y 80 por ciento tiene menos de 35 años. Ésa es la base del horno”, explica este veterano militante, que en 1975 integró el Comité de Lucha de la huelga metalúrgica que paralizó por 40 días la localidad santafesina de Villa Constitución.

Fruto de esa experiencia es el libro Una larga huelga, donde Paulón narra la saga de la UOM de Villa Constitución desde la recuperación del sindicato en los 70 hasta la resistencia a la reconversión industrial en los 90. Paulón, junto a muchos de sus compañeros, fue encarcelado y recién salió el 21 de agosto de 1981. Después de su exilio en Francia, donde se reencontró con su compañera y sus hijos, volvió al país, y desde entonces no abandonó su militancia sindical.

–¿Cómo caracteriza el comportamiento sindical de los nuevos trabajadores?

–Esa clase obrera está construyendo su propio conocimiento colectivo, forjando su propia conciencia con paradigmas diferentes a los que tuvimos nosotros. Por eso, es importante esta simbiosis entre los viejos que quedan y los jóvenes que están tomando en sus manos la conducción.

–¿Cuál cree que será la respuesta de los empresarios ante ese desarrollo?

–Creo que están resignados a convivir con organizaciones sindicales después de intentar neutralizarlas de todas las maneras posibles. En los últimos 20 años, el intento más grande fue debilitar y aniquilar la representación en los lugares de trabajo. En esencia, lo que está en juego, además de la recomposición salarial y la suba del mínimo no imponible, es la disputa por la representación de los trabajadores. Ésta es una clase obrera históricamente rebelde, que nunca pudieron cooptar ideológicamente. Por eso, creo que esta propia crisis está pariendo el sindicalismo del futuro, que tendrá rasgos de lo que ya discutió la CTA hace 20 años, sobre la democracia interna, y también del sector más tradicional en cuanto a la capacidad en la negociación colectiva.

–¿Y en esa crisis, cómo juegan los sub 40?

–Están recorriendo su propia experiencia, por ejemplo, están eligiendo delegados. Tenemos sindicatos locales con secretarios generales que son jóvenes y que están descubriendo su propia historia. Por eso, tengo una visión muy optimista sobre lo que va a pasar, pero también creo que estamos viviendo una de las etapas más duras, de confrontación interna, de ideas. Que una patota sindical vaya a juicio y tal vez tenga una sentencia a perpetua por haber asesinado a un activista, después de todo lo que pasó, me parece maravilloso, un signo de los tiempos, porque el derrumbe de las garantías de impunidad ayuda a la crisis y al debate sobre un sistema de representación, el sistema burocrático que sólo se mantiene con el monopolio de representación, que habilita todas las formas de trampa y de fraude.

–¿Qué perfil tiene un mundo del trabajo cruzado por la tecnología?

–El nuevo perfil de la clase obrera, por imposición de las propias patronales, es el de un trabajador previamente más capacitado. Es una generación que vivió los 90 en situaciones muy difíciles y es instintivamente más individualista, pero está en un proceso de transformación muy rápido. Creo que esta nueva clase obrera va a continuar la vieja tradición colectiva. Han pasado un tiempo trabajando con buenos salarios, y han llegado al cero kilómetro o la casita, y empiezan a ver la necesidad de la participación colectiva, si el sindicato ofrece las instancias, como en las paritarias. En Acindar, por ejemplo, se creó una comisión de salario abierta donde llegaron a participar 30 o 40 compañeros, con una discusión muy curiosa, porque nosotros teníamos la imagen de los viejos que llegaban con la libreta de carnicero, y ahora los chicos llegan con sus notebooks y tenés una discusión más ajustada, pero que también permite el debate político.

–Habla de un sector calificado y bien pago. Algunos sectores aparecen más preocupados por el impuesto a las Ganancias que por enfrentar la precarización.

–Ése es el discurso que hace más ruido. Si hay algo que es legítimo hablar en cada fábrica hoy es el tema de Ganancias, porque si afecta al trabajador, a su jefe lo afecta diez veces más. Hay un juego cruzado en que los sindicatos no terminan de fijar una posición: nosotros creemos que hay que cambiar la esencia del impuesto, pero de ninguna manera los altos ingresos tienen que dejar de tributar.

–¿Usted descarta que en los próximos años los trabajadores tengan que afrontar intentos de restauración conservadora?

–Creo que depende de dos fenómenos. Nosotros apostamos a profundizar este modelo; las otras discusiones están subordinadas a esto: el actual gobierno tiene que garantizar este rumbo. Y el otro es el plano internacional. Si los gobiernos progresistas de la región se siguen manteniendo y se profundiza el proceso de integración, se va a consolidar algún nivel de piso histórico sobre el que se pueda seguir avanzando. Por eso, es muy importante profundizar el debate y politizar a los trabajadores.

–¿Cree que ese debate va a aportar a la unidad de los trabajadores?

–La unidad es irrenunciable, pero creo que se va a forjar de abajo hacia arriba. Definitivamente, tienen que desaparecer de la representación de los trabajadores ciertos personajes que no son defensores sino patrones y forman parte del otro bando. Tenemos que refundar el sindicalismo sobre la base de la libertad sindical, de la democracia interna y la transparencia.

Claudio Mardones


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