ENTREVISTA CON EL ECONOMISTA CARLOS ÁBALO

“Estamos ante un cambio de paradigma”

Explica que la crisis financiera convive con una nueva revolución industrial que desafía los patrones tradicionales de acumulación y la estrategia de sustitución de importaciones. Y apunta que esos cambios marcarán el debate de los próximos años.

Estamos ante un cambio de paradigma
La desaparición de la industria tradicional y el desarrollo de una economía con poco empleo han disminuido el peso de la clase obrera.

 

El mundo asiste al comienzo de una nueva Revolución Industrial, con epicentro en los Estados Unidos y fundada en la acelerada transformación tecnológica, que cambiará los paradigmas productivos, afirma Carlos Ábalo, economista, analista y periodista que se ha desempeñado como docente en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En esta entrevista, aborda las características de esa reconversión, su impacto en los países en desarrollo, el curso de la economía china y las opciones que se le presentan a la Argentina en ese contexto.

–¿La economía mundial se está recuperando de la crisis, al menos en los Estados Unidos?

–Hay, sí, una recuperación, pero eso no implica la salida de la crisis porque consiste en una mejora del sector industrial en los países desarrollados. Es que la crisis mundial fue tan brutal porque el desarrollo financiero sobrepasó todos los límites de la economía productiva. El valor de los activos financieros no encontraba aplicación en la economía, pero en medio de la crisis los bancos fueron rescatados con una gigantesca emisión de dólares, que se transformó en capital líquido, y una gran parte de ese capital se invirtió en la generación de tecnologías para la nueva revolución industrial. Se trata de un cambio de paradigma muy grande, estamos en el comienzo de una nueva Revolución Industrial, con epicentro en los Estados Unidos, que consiste en una robotización paulatina de la industria, y por lo tanto en una reconversión industrial mundial. Esto es algo que empezó hace un tiempo, pero su verdadera magnitud comienza a verse ahora.

–La tercera Revolución Industrial…

–Pero es la primera vez que una revolución industrial tiene un alcance global. Nosotros asistimos a un cambio forzado por un ciclo de la economía mundial, en el que se inserta una transformación tecnológica inducida para superar, como todas las transformaciones tecnológicas, el tema de la tasa de ganancia y del fondo de capital para inversión. Los Estados Unidos y Alemania sustentaron un capital en divisas que era aceptado por el mundo aunque no tenía sustento en la economía productiva, pero que ha sido un adelanto para generar la transformación económica para alcanzar una productividad que absorba ese sustento. De manera que todos los fondos de pensión, financieros, etc., se están orientando en esa dirección.

–¿Esto implicaría que Estados Unidos recupere su producción industrial?

–No sólo, pero sobre todo Estados Unidos. Esto es un problema para la industrialización de los países emergentes, en particular para la Argentina y Brasil, donde el método de industrialización es la sustitución de importaciones, que se va a volver muy difícil, y por lo tanto habrá que cambiar completamente las pautas. Esto va a estar, seguramente, en el centro del debate político en los próximos años.

–¿Y cómo entra China en esta nueva era, teniendo en cuenta que ha comenzado una etapa en que la prioridad es su mercado interno?

– La que primero se va a tener que reacomodar es China porque los robots van a sustituir la mano de obra barata. Yo creo que la reforma que anunció China de una menor dinámica de crecimiento de su economía y una mayor atención al consumo interno, implica, porque van a disminuir las exportaciones, un proceso de capitalización y búsqueda de inversión interna. La dirección del Partido Comunista de China está viendo que al darle prioridad al mercado interno y disminuir el potencial con que encaraba el comercio exterior se van a recortar las exportaciones industriales, con lo cual va a haber un proceso de acumulación interna de capital no sólo en manos de Estado. Y esto es lo que yo llamo el segundo interrogante, porque implica la posibilidad de un mayor desarrollo del capitalismo privado en China.

–Pero China también ha encarado un proceso de inversión en áreas de alta tecnología.

–Es que la alta tecnología va a ir ocupando todo. La nueva mano de obra va a estar constituida fundamentalmente por los servicios. Lo que hasta ahora veíamos como servicios separados de la industria, van a ser servicios incorporados a la industria u otras actividades productivas.

–Yendo al caso argentino, hay mucha insistencia en que sólo saldremos de las crisis cíclicas profundizando el proceso de sustitución de importaciones. Y la ministra de Industria, Debora Georgi, dijo que la Argentina debiera tener una gran fábrica de autos.

–Claro, pero con la industria automotriz la Argentina consiguió una cosa distinta del resto de la industria, que se maneja por sustitución. La automotriz es parte de una cadena de valor mundial. Yo creo que el país tiene chances de mantener y acrecentar su posición en esta industria porque, primero, está muy desarrollada, y luego porque es una industria que mundialmente está en un proceso de transformación que va hacia el auto eléctrico. Y nosotros tenemos uno de los grandes depósitos mundiales de litio, que es la base para ese proceso. El 75 por ciento de las reservas conocidas de litio están en Bolivia, Chile y la Argentina, y de ese porcentaje tenemos la cuarta parte. Si la Argentina y Brasil —que tiene una sección internacional de la industria relativamente importante— se integran y encaran una transformación en la senda del litio para el auto eléctrico, indudablemente pueden llegar a ser un polo internacional de esta industria. Es una de las grandes oportunidades que vemos a tener. Pero como la industrialización por robot requiere una alta tecnología y una diversidad de actividades que en la Argentina no están tan desarrolladas como en los países avanzados, va a haber que apelar a las industrias que pueden apoyarse en una riqueza natural que las haga competitivas, y éste es el caso del litio. El otro es el agro, donde, por ejemplo, la maquinaria agrícola ya está posicionada.

–¿Y qué hacemos con el resto de la industria que no es competitiva en el mercado mundial?

–Esto no quiere decir que desaparezca de la noche a la mañana la industria sustitutiva. Primero porque estamos hablando de un proceso que va ser intensivo en los próximos 10 años, en el que habrá sectores en mejores condiciones que otros para adaptarse a esta nueva situación. La industria argentina no tiene una productividad similar en todas las ramas: son escalones muy diversos; entonces, la transformación va ser desigual. Este es un proceso que recién comienza, pero me parece que, dados los problemas que tenemos con el desarrollo industrial, que todavía tiene un déficit de balanza considerable, ubicado en gran parte en la industria automotriz, esta es una oportunidad para intentar alcanzar pautas mayores de productividad, pero sobre un esquema distinto al de sustituir y mejorar. Se trata de la reformulación de un sector de la industria y, a la vez, de cómo esa reformulación se puede ensamblar con otros sectores de la industria sustitutiva que va a haber que mejorar.

–A lo que habría que agregar el aprovechamiento de la capacidad de innovación científico-tecnológica del sector estatal.

–Que la Argentina tiene, sin duda.

–Yendo a algo que interesa sobremanera a los argentinos: ¿la demanda china de alimentos, petróleo y minerales en el mercado mundial está a salvo, pese a todo?

–Se mantiene y se acrecienta. Nosotros en cuatro o cinco años vamos a recortar el déficit energético, después vamos a tener superávit, y por último vamos a ser grandes exportadores. Entonces vamos a tener una masa de capital.

–¿Y mientras tanto, en la coyuntura, seguimos con la sojadependencia?

–Ese el problema, el intermedio. La crisis mundial, junto con la escasez de energía, determinó un cambio en la política económica. El crecimiento de las exportaciones no tiene el ímpetu en los primeros años de la década anterior. Aumentan en cantidad, pero en precios están en baja. Lo mismo pasa con las exportaciones industriales, con el agravante que ahora están creciendo menos que las exportaciones agropecuarias. Esto provoca un cambio, y ahora hay que controlar la suba de los precios porque no hay dólares suficientes para respaldar la expansión que teníamos. Esta se contrajo y se agravó el problema inflacionario, que, contrariamente a lo que se dice, es un problema que tiene 50 años, característico de la acumulación argentina.

–Pero, ¿hubo un cambio de las bases de la política económica?

–Hay otra política en el sentido de que el modelo productivo apeló a la devaluación para fomentar el desarrollo exportador, sobre todo de materias primas, y para favorecer las posibilidades industriales; pero estas posibilidades, en la medida en que hay una integración muy grande con Brasil —sobre todo en la industria automotriz— también están limitadas por los problemas similares que tiene ese país. Entonces, hay un cambio de parámetros en la política económica. Y me parece que a este cambio le va seguir un proceso de selección industrial. Es decir, en vez de tener un abanico abierto, sustitutivo de todo lo que sea posible, vamos a tener que ir a una selectividad, y me parece que va a haber que poner el énfasis en la industria automotriz de punta y la industria agroalimentaria, de modo de convertir la materia prima que se exporta en productos más elaborados. Y esto sí va a dar lugar a otras industrias.

–Pero el agro es un sector de vanguardia, el más moderno.

–Claro. Fue un sector primario hasta los 90, cuando comenzó un proceso de industrialización al que no se le prestó demasiada atención. Hoy tiene un desarrollo tal que hay que empezar a considerar al agro como una actividad industrial. Habrá que impulsarla para acelerar el proceso de sustitución de materia prima por industria. De modo que éste es el desafío: el agro, el petróleo, el gas (shale) y el litio vinculado a la nueva industria automotriz; ahí tenemos los grandes vectores de nuestro desarrollo futuro.

–En ese esquema de robotización intensiva de los procesos industriales, ¿qué va a pasar con el empleo?

–Ése es el otro problema que yo quería tomar, la discusión sobre la renta que hay en el mundo, que en realidad es lo mismo que el subsidio. La desaparición de la industria tradicional y, en general, el desarrollo de una economía con poco empleo, implican una disminución del peso de la clase obrera, que ha sido el sostén tradicional de las propuestas socialistas. Es que, si una gran parte de la riqueza se genera con poco empleo, es lógico que en el futuro se generalicen formas de distribución de renta que, como el subsidio, van a marcar la sociedad futura, aunque nosotros no podamos sostener la magnitud de este subsidio ahora. Pero hay que tener cuidado cuando esto se discute, porque ésta es una sociedad que marcha hacia una productividad mucho mayor y un empleo menor. Entonces, qué se hace con los desempleados…

–Del mismo modo con los jubilados: ya no se puede seguir pensando que las jubilaciones se van a financiar sólo con los aportes de los trabajadores activos.

–Imposible. ¿Y los desempleados? En ese caso, ¿quién compra? Por eso, yo creo que esta crisis, que está orientándose de una manera impensada, trae toda una discusión sobre el cambio de paradigma.

–Volviendo al eje Argentina-Brasil, ¿que la Argentina tenga una economía menos primaria que la de Brasil se debe a sus respectivos procesos históricos de industrialización?

–Es que aquí la sustitución de importaciones se afirmó y en Brasil no. Nosotros tenemos el problema de un mercado interno reducido, y Brasil el de una primarización relativa mayor. La solución es más que nunca la integración. La Argentina tiene una industria que desde el inicio se afirmó en la sustitución, a la que se incorporaron sectores vinculados con la cadena de valor internacional. Y hubo una inversión extranjera muy importante que acompañó este desarrollo. En cambio, Brasil exporta más bienes primarios que la Argentina. Entonces, la solución es más que nunca la integración. La economía mundial se está reconfigurando a partir de bloques regionales: el NAFTA, la UE y el Sudeste Asiático. Quedan por conformar quizás otros, entre ellos el que encabeza Rusia. Y el Mercosur, pero que está muy atrás.

–¿Cuán traumáticos serán estos cambios para la economía argentina? Me refiero al impacto en la pequeña y mediana empresa ligada a sectores tradicionales de la industria, por ejemplo.

–A esta perspectiva no hay que contemplarla como rupturista. Es una perspectiva distinta, a la que podemos adecuarnos, y tenemos muchos elementos para hacerlo. Yo creo que más va a tardar en adecuarse Brasil que nosotros. Si Brasil se adecuara con cierta rapidez, con una integración más fuerte en un Mercosur que atraiga inversión para estos sectores, y desarrollando lo que se puede desarrollar, como el petróleo, las manufacturas agropecuarias, hay un margen muy grande.

–¿Pero el debate en torno al despegue de una industria de base agraria no requeriría de ciertas condiciones políticas que hoy no se vislumbran, salvo en sectores minoritarios?

–Yo creo que tenemos que llegar a un acuerdo con el agro. Pienso que el conflicto del 2008 fue mal resuelto porque había que separar el agro tradicional, terrateniente, representado por la Sociedad Rural, del agro burgués…

–Grobocopatel…

–… y Federación Agraria, porque ahí hay mezcla de todo. Y al no haber resuelto bien ese problema, se generó un abroquelamiento del sector agrario, lo que ahora una dificulta plantear un cambio de política. Para mí, esa es la cuestión políticamente más complicada que plantea este tema en lo inmediato. A más largo plazo, el problema es otro. Porque lo que pensábamos antes es que cuando llegáramos a un desarrollo tecnológico de esta magnitud, hace rato que el capital habría desaparecido (risas)…Pero ahora lo que nos lleva a la sociedad tecnológica es el capitalismo. Entonces, ¿cómo hacemos, sin obreros? Aunque nada de esto impide seguir pensando en que es posible una sociedad sin clases.

Dardo Castro

 


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