PEDRO WASIEJKO, SECRETARIO ADJUNTO DE LA CTA
“El modelo sindical ha fracasado”
El dirigente sostiene que está pendiente una discusión sobre qué tipo de organización puede incluir al conjunto de los trabajadores. Y enfatiza la importancia de plantearse una construcción autónoma de los gobiernos y los sectores de poder capaz de plantearse un proyecto de país.
Con 35% de la mano de obra en situación irregular, no es posible hablar de tasas de afiliación altas, dice Wasiejko.
“Hay que pensar en una organización sindical que, a la vez que proteja la vida del trabajador y defienda sus reivindicaciones gremiales, se plantee qué modelo de país queremos y que desde una posición de autonomía de los gobiernos y de los sectores de poder defina hacia dónde vamos”, sostiene Pedro Wasiejko, secretario adjunto de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), titular de la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines (FETIA) y del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático de la Argentina (SUTNA), que atribuye la crisis del movimiento sindical, fracturado en cuatro entidades, precisamente a esa ausencia de un proyecto común.
–¿Cómo ve la situación gremial argentina? ¿Tiene sentido que haya varias centrales sindicales o que se pretenden tales?
–A partir de la derrota que produjo la dictadura, y después la imposición del modelo neoliberal, se generó una crisis muy profunda que le costó mucho al movimiento obrero, que se había gestado sobre la base de un modelo sindical producto de la confrontación de la Guerra Fría. El movimiento sindical unitario tenía objetivos, convenios colectivos que incluían a la gran mayoría de los trabajadores, donde era todo en blanco, todo regular; pero ese mundo se desmoronó y hoy la CGT es más una confederación de sindicatos que una central, porque expresa los intereses de los sindicatos más importantes, de los que están confederados, pero no los de los jubilados, de los trabajadores en negro, de los desocupados… Ésa es una falla estructural del movimiento sindical nuestro. Desde nuestra CTA, intentamos abordar ese debate, pero no se pudo hacer desde adentro. Y más allá de las transformaciones de los últimos años, todavía perduran esas condiciones en el mundo laboral, pese a la recuperación de los cinco millones de nuevos puestos de trabajo, de lo que se ha conseguido en esta etapa que está viviendo el país, de la recuperación de la negociación colectiva. Todavía sigue siendo en su mayoría un movimiento sindical que no está preparado para la discusión que necesitan los trabajadores de hoy en la Argentina. Éste es el fracaso de ese modelo, su incapacidad para formular un proyecto que incluya a todos los trabajadores en las nuevas condiciones. Tenemos 35% de la mano de obra en situación irregular. Entonces, no es posible hablar de tasas de afiliación altas. Y entre los que están en el mercado regular de trabajo, no todo el mundo está afiliado, sobre todo entre los jóvenes, pero también hay algunos sectores de trabajadores viejos que tienen posiciones conservadoras. Entonces, hay muchos sindicatos y dirigentes sindicales que viven una realidad que no existe más. Por ejemplo, no hay justificación para que en el Puerto de Buenos Aires haya 25 sindicatos. Son 5.000 o 7.000 trabajadores en total. ¿Cómo se justifica que existan 20 o 25 sindicatos? ¿Por qué los trabajadores tienen que sostener eso? No digo que no haya una burocracia, que es necesaria en toda organización gremial, pero ¿por qué hay que sostener 20 burocracias para representar a un universo sindical? ¿Cuál es la eficiencia de ese sistema de representación? Eso está atrasado totalmente.
–Pero hay modelos que funcionan al revés, como el de Camioneros, que ha crecido mucho en los últimos años incorporando trabajadores de otros sectores.
–Camioneros se ha fortalecido, con lo cual aparentemente señala un camino positivo, pero, a su vez, es un sindicato por oficio, que no es el modelo ideal porque si no volveríamos a la época anarquista, de los sindicatos por oficio. Entonces, el movimiento sindical necesita una discusión sobre cuál es el modelo, el instrumento más apto para crear herramientas que sean válidas para los trabajadores, sin importar la situación en que estén, si cobran en negro o si están en blanco, si están desocupados o jubilados. Hay que pensar en una organización que, a la vez que proteja la vida del trabajador y defienda sus reivindicaciones gremiales, se plantee como organización el futuro del país, qué modelo de país queremos, desde una posición de autonomía de los gobiernos y de los sectores del poder; que defina hacia dónde vamos. Hoy vemos, por un lado, que nosotros como CTA estamos divididos en dos sectores, uno totalmente opositor, otro que tiene una posición más afín, en la que estamos nosotros. Y la CGT, con (Hugo) Moyano por un lado y un sector opositor por el otro. Eso demuestra claramente que el movimiento sindical ha perdido una fuerza de autonomía importante. Pese a su historia, su experiencia, su capacidad de poder y movilización, no logra tener una posición de autonomía frente al Gobierno y ante otros sectores de poder de la sociedad. Claramente, la crisis que estamos viviendo se expresa en esa división en cuatro sectores importantes.
–En el debate político del peronismo, hay sectores que dicen que la ruptura entre Moyano y el Gobierno es una pésima noticia, porque los sindicatos son una parte fundamental en ese movimiento nacional y popular. ¿Cuál es su opinión?
–Es parte del debate en todos los ámbitos, porque cada gobierno, no importa cual, intenta tener la mayor afinidad posible con el movimiento sindical; obviamente, esto es así. Ahora, me parece que hay ciertas cosas que hay que revisar con cierto detalle. Primero, ¿qué es hoy el movimiento nacional popular? Si se lo quiere ver desde la visión del peronismo tradicional, se puede llegar a cometer un error muy grande, primero al no entender que en la Argentina hay 40 millones de habitantes y 75% de ellos no vivieron aquella etapa. Todo lo que saben viene de lo que les han dicho sus padres o abuelos, o de los libros. Entonces, esto del peronismo hay que analizarlo con mucho cuidado. Si se hace con el planteo de rescatar el proceso de transformación y cambio que se dio en el peronismo, lo que significó Perón en el ‘45, como sucede en la Venezuela de hoy, eso es indiscutiblemente un aporte fundamental y totalmente positivo. Pero si nos quedamos ahí y queremos ver la Argentina de hoy, que no es la de hace 50 años, como Venezuela no es la de hace cinco años, vamos a estar en un problema, no vamos a poder sumar hacia un futuro y generar las fuerzas transformadoras necesarias para conseguir los cambios que queremos para nuestra sociedad. A mí me preocupa eso, porque cuando se quiere forzar algunas ideas, como las que uno ve que expresan determinados dirigentes, eso termina disociado del conjunto de nuestra sociedad. A nosotros nos pasa con los trabajadores de nuestro sindicato. Más allá de que tenemos participación en ganancias, seguridad e higiene, normas de género, un mejor nivel de salario, tenemos explicarle a las generaciones nuevas por qué hay que seguir para construir un mejor futuro. Tenemos que convencerlos, enseñar, aprender, hacer un esfuerzo cotidiano grande, porque si nosotros consideramos que por ser nosotros y que por la historia nos hemos ganado el derecho a que nos reconozcan, vamos a ir a las próximas elecciones y perderemos.
–Entre los jóvenes particularmente, ¿hay un salto muy grande entre la cuestión reivindicativa y la cuestión política? Porque ustedes como sindicato tienen una perspectiva política gremial muy clara. –Hay una distancia grande. No es fácil, primero porque los jóvenes que se han insertado en el mundo del trabajo de 2003 para acá no han tenido en general ninguna experiencia laboral previa o, si la tuvieron, fue transitoria y muy corta. De repente, en una Argentina que cambia, se encuentran en una situación laboral distinta, con un lugar de trabajo razonablemente presentable, ingresos razonables, y hay algunos que piensan que eso vino de la nada, lo aceptan como un hecho natural o creen que la empresa lo da graciosamente. “Los sindicalistas son todos burócratas; para qué son los sindicatos”, comentan. Está también el fenómeno de la incorporación de tecnología. Para nosotros, los de nuestra edad, la tecnología era algo que nos fascinaba y queríamos aprender y conocer; queríamos saber cómo funcionaba, metíamos la mano y arreglábamos las cosas. Hoy, para los jóvenes, la tecnología es agarrar el teclado por el cual se ingresan los datos a las máquinas de última generación y que salten los parámetros para una tabla. En realidad, el operario usa una tecnología que termina siendo una rutina, y eso está bien; pero por otro lado no sabe cómo es el proceso general en el que se integra su trabajo. Ahí hay un salto. Hoy, el obrero tiene estudios secundarios, un mayor nivel de escolaridad y un mayor acceso a las nuevas tecnologías, pero mínimo conocimiento de lo que son las tecnologías que se aplican a los procesos y a los productos. Le falta experiencia de vida, de trabajo, con lo cual se da todo un debate cultural, ideológico, político, y en eso hay sectores de trabajadores que tienen una evolución y otros que tienen otra. Eso lo vemos en el día a día, en cómo cuesta que se afilien, porque se preguntan: “¿Para qué voy a pagar la cuota sindical?”. Ahora, cuando viene la instancia de la negociación, quieren ver cuál es el ingreso que van a tener, pero por otro lado tienen una visión conservadora y retrógrada sobre cuál es su compromiso social, sobre estar integrados, participar, discutir. Ahí hay un debate con los jóvenes…
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