ERIC HOBSBAWM Y SU MIRADA SOBRE LA MODERNIDAD

Cronista de sueños y revoluciones

El notable historiador inglés, fallecido recientemente, visitó Buenos Aires en 1998. La Vanguardia tuvo la oportunidad de entrevistarlo y publicó, bajo el título “Crónicas marxianas”, el texto que se reproduce aquí, a modo de homenaje.

Cronista de sueños y revoluciones
“La buena historia es la hecha por los vencidos. La derrota agudiza el sentido del análisis”, decía Hobsbawm.

 

“Un historiador no está nunca de vacaciones”, dice el historiador británico Eric Hobsbawm. Está citando, aclara, a un ilustre colega y amigo, ya desaparecido, el francés Fernand Braudel. Antes, ha asegurado que aprendió a hablar español en sus viajes por América Latina, en la calle y en charlas de café. Es un método de aprendizaje, sostiene, más rico que cualquier otro.

Hobsbawm, probablemente el mayor de los historiadores vivientes, y sin duda uno de los más notables del siglo, visitó la Argentina durante la semana que siguió al 16 de noviembre pasado, invitado por la librería Prometeo. Dio conferencias en el Teatro Municipal General San Martín y en el Colegio Nacional Buenos Aires, fue declarado visitante ilustre por la Legislatura de la Ciudad Autónoma, y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Buenos Aires. Los diputados nacionales por el socialismo, por su parte, le rindieron un homenaje en el Palacio del Congreso.

A los ochenta y un años, el intelectual inglés no ha decidido aún poner fin a su larga obra. No sólo sigue enseñando en universidades de los Estados Unidos. También planea retomar la investigación acerca de las formas pre políticas de rebelión popular, un tema que lo apasiona desde hace muchos años y sobre el que escribió uno de sus libros más admirados, el ya clásico “Rebeldes Primitivos”. “Me parece que el tema no está agotado —se entusiasma—, que tiene aspectos todavía inexplorados. Cuando escribí aquel libro no me di cuenta de todo lo que había allí. Creo que en los tiempos anteriores al capitalismo, a la sociedad moderna, había una idea en la cabeza de la gente alrededor de las que podrían ser unas relaciones aceptables entre los seres humanos, en términos de la justicia social, la libertad, la emancipación. Todo ello dentro de ciertos límites, relativos a la accesibilidad del poder, a la perspectiva, a la amplitud de conocimientos de la gente. Esa manera de pensar el mundo social cambió, después de la era de las revoluciones, no sólo por el nuevo contexto político, con el establecimiento de los estados nacionales, sino sobre todo por la invención de un nuevo vocabulario, de un nuevo lenguaje para expresar un discurso político-social. Pero es que todavía hay grandes zonas del mundo que están en tránsito desde sociedades anteriores a la Modernidad”.

En realidad, la mayor parte de la obra de Hobsbawm ha estado centrada en lo que él llamó “el largo siglo XIX”, es decir el período que va desde el comienzo de la Revolución Industrial inglesa, alrededor de 1780, hasta la primera guerra mundial, que se libró desde 1914 hasta 1918. Su exhaustivo trabajo sobre esa época, que da cuenta, entre otras cosas, del surgimiento, consolidación y expansión del capitalismo, se sintetizó en una formidable trilogía, integrada por “La era de las Revoluciones”, “La era del Capitalismo” y “La era del Imperio”. A su interpretación de las grandes transformaciones que dieron inicio a la edad contemporánea se debe la caracterización de la Revolución Francesa y de la Revolución Industrial como las “revoluciones burguesas”, algo así como una única erupción volcánica con dos cráteres, como un doble estallido con una matriz común. En esa profunda conmoción, producida en Europa occidental y difundida después al conjunto del planeta, habría que ubicar el nacimiento de nuestra sociedad.

Su condición de experto en el siglo XIX, sin embargo, no ha impedido que en los últimos años haya dedicado importantes esfuerzos a la experiencia histórica de nuestro siglo. Fruto de ese trabajo ha sido “La era de los extremos”, editada en español como “Historia del Siglo XX”, un libro que ha agotado varias ediciones en la Argentina desde 1995. Es probable que la razón de ese éxito editorial pueda hallarse en el hecho de que, a pesar de tratarse de un texto de alta calidad historiográfica, no ha sido concebido como una obra para especialistas. El propio autor describió hace años al que considera su lector ideal, como “el ciudadano inteligente y culto, que no siente una mera curiosidad por el pasado, sino que desea saber cómo y porqué el mundo ha llegado a ser lo que es hoy y hacia dónde va”.

A diferencia del anterior, para Hobsbawm éste ha sido un siglo corto: caracterizado por la existencia de un mundo alternativo al capitalista, se extiende como período histórico entre la Revolución Rusa y el derrumbe del socialismo real a fines de los años ochenta y principios de los noventa.

La aparición del libro en Europa motivó, entre muchos comentarios, que un crítico afirmara que su autor escribe “como un marxista desilusionado”. Durante su paso por Buenos Aires,

Hobsbawm reflexiona al respecto: “He pasado más de la mitad de mi vida esperando el triunfo de la revolución mundial. Cuando comprendí que ya no era posible, esperé todavía un mejoramiento del socialismo realmente existente, pero parece que eso tampoco fue posible. Es claro que tengo que estar desilusionado. Pero en un sentido, en lo que se refiere a mi oficio, eso no es malo. La buena historia es la historia hecha por los vencidos, no por los vencedores. La derrota agudiza el sentido de análisis. En cuanto al marxismo, hay que decir que pese a todo su genio, Marx se equivocó en algunas cosas, pero no siento ninguna desilusión con el modo de ver la Historia según el método de Marx. En todos mis libros he intentado aplicar precisamente ese método”.

La “Historia del Siglo XX”, que ha sido traducida a la friolera de treinta y seis idiomas, no lo ha sido, curiosamente, al francés. Hobsbawm asegura que no tiene para ese asunto una explicación clara: “Habría que preguntarles a los franceses. Algunos me han dicho que creen que quienes seguramente escribirían las reseñas en los periódicos no harían una crítica favorable, y que eso perjudicaría la venta. Es probable que a esos críticos la obra les resulte demasiado marxista. Me ha pasado antes, al revés, con otros libros. En la ex Unión Soviética mis textos no fueron nunca publicados, porque las autoridades no los consideraban suficientemente marxistas. “La Historia del Siglo Veinte” ha sido traducida a lenguas como la islandesa y la albanesa, y nadie cree que en esos países el libro pueda convertirse en un gran éxito editorial. Allí la edición ha sido subsidiada por George Soros, el único capitalista que entiende realmente el funcionamiento del capitalismo. Ël sabe que el sistema exige el mantenimiento de un cierto nivel intelectual en la población”.

Durante el homenaje que se llevó a cabo en la Cámara de Diputados, que aprobó una Declaración de beneplácito por su visita, a iniciativa de los legisladores socialistas, el historiador británico se confesó conmovido por su contacto con un país cuya gente ha tenido que luchar, en épocas muy recientes, por la vigencia de los derechos humanos, experiencia que felizmente, dijo, no ha tenido lugar, hasta ahora, en su propio país. Hobsbawm recordó también a “algunos amigos argentinos que ya no están”: “Uno de ellos es Pancho Aricó, un hombre de un intelecto fino, un socialista impresionante. Los otros dos eran escritores, y tuve el honor de tratarlos hace muchos años en La Habana: Julio Cortázar y Rodolfo Walsh”.

“Cuando era muy joven —concluyó— creía en la posibilidad de construir un mundo perfecto. Ya estoy demasiado viejo para creerlo, pero sí creo en un mundo mejor, en un mundo para todos, sin excluidos”. Dos días antes, al finalizar una de sus conferencias, había dicho que después de haber sobrevivido al terrible y deslumbrante siglo veinte, tenemos razones para ser optimistas. Moderadamente, pero optimistas al fin. 

Ulises Muschietti


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