VIDA, PASIÓN Y MUERTE DE MARGARET THATCHER
Contra los trabajadores
Al cierre de esta edición, se conocía la noticia de la muerte de Margaret Thatcher, histórica líder del Partido Conservador británico y primera ministra entre los años 1979 y 1990. Para los argentinos, su nombre es indisociable de la Guerra de Malvinas y, sobre todo, de la decisión de hundir el crucero General Belgrano mientras navegaba fuera de la zona de exclusión. Para los trabajadores de la Gran Bretaña, el mundo y los capitalistas que la veneraban, es la encarnación, junto al estadounidense Ronald Reagan, de la revolución conservadora que despuntó a fines de los 70 y le dio carnadura política al neoliberalismo.
Como Reagan, con quien se prodigaban mutuamente admiración y afecto, Thatcher mostró desde siempre un soberano desprecio por lo que algunos llaman cándidamente sensibilidad social y en tal sentido no cultivó la más mínima hipocresía. Entre sus enemigos dilectos, se encontraron los obreros, los pobres, los inmigrantes pobres, el socialismo, el comunismo, el laborismo, los sindicatos y el Estado de Bienestar que había convertido a la Gran Bretaña en un modelo digno de ser imitado.
Embistió contra todos ellos sin miramientos y combatió también la idea de que el sistema fiscal debía tener algún criterio de progresividad. Tal como otros sostuvieron en Estados Unidos e incluso a la Argentina, estaba convencida de que los ricos deben ser premiados por su iniciativa y su aporte a la creación de riqueza y los pobres, castigados por su indolencia y su ignorancia. Aunque no se le conocen dotes intelectuales relevantes, es probable que se haya nutrido de filósofos que vinieron en auxilio de los ricos para demostrarles, contra todo prurito, que su destino manifiesto era ganar cuanto dinero sea posible, sin reparar en los costos. Uno de los grandes logros del neoliberalismo fue, en efecto, transferir el riesgo de los capitalistas a los trabajadores. La precarización laboral es hija de algún revolcón producido en esos años.
Reagan impuso su poder derrotando una huelga de los controladores aéreos. Thatcher, imponiéndose sobre los mineros y los sindicatos, como lo ilustran algunos de los mejores films británicos de esa década. Ambos murieron como consecuencia del mal de Alzheimer, una enfermedad neurodegenerativa que se traduce en deterioro cognitivo y trastornos de conducta. Aunque dice sandeces y casi nadie lo reivindica, el neoliberalismo sigue vivo.
G.W.
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