EL LEGADO DEL THATCHERISMO
Acabemos con los mitos
A pocos días de la muerte de Margaret Thatcher, el ex alcalde laborista de Londres, conocido como Ken, el Rojo, refuta los mitos sobre la presunta popularidad de la “dama de hierro” y el éxito económico de su gestión. Se trata, dice, de dos falacias funcionales a la idea de que el laborismo sólo puede tener éxito si lleva adelante políticas conservadoras.
Es un lugar común que la historia la escriben los vencedores. Puesto que las políticas económicas de Margaret Thatcher continuaron después de que ella abandonase el poder, lo que culminó en una catástrofe económica en 2008, es necesario acabar con los mitos que de ella se venden. El primero es que era popular. El segundo es que tuvo éxito económico.
A diferencia de gobiernos anteriores, el de Thatcher nunca se hizo acreedor a nada semejante a una mayoría en unas elecciones generales. La mayor porción de voto conseguida por los conservadores con ella fue de menos del 44% en 1979, después de lo cual fue disminuyendo. Las falaces afirmaciones sobre su popularidad se utilizan para insistir en que el laborismo sólo puede tener éxito llevando a cabo políticas conservadoras. Pero esto es falso.
La razón de ese cataclismo parlamentario en 1983 no fue la popularidad de Thatcher —su parte del voto cayó al 42%— sino a la pérdida de votos en favor de los desertores del SDP y su alianza con los liberales. Los votantes laboristas no desertaron a los tories, cuyo declive a largo plazo continuó con Thatcher.
Tampoco logró Thatcher el éxito económico, y mucho menos “salvó a nuestro país”, por seguir la necia y pretenciosa frase de David Cameron. En 1945, en circunstancias mucho más difíciles, el gobierno laborista, pese a las deudas de guerra, se impuso la tarea de una regeneración económica, introdujo la seguridad social y las pensiones, construyó centenares de miles de casas y creó el Servicio Nacional de Salud (NHS). En los 31 años anteriores a la llegada de Thatcher al poder, la economía creció cerca del 150%; en los 31 años transcurridos desde entonces, ha crecido poco más del 100%.
Thatcher creía que la creación de tres millones de parados era un precio que valía la pena pagar por un mercado libre en todo salvo en lo laboral. Un gran amigo de Thatcher, Augusto Pinochet, empleó ametralladoras para controlar al mundo del trabajo, en tanto que Thatcher utilizó medios menos drásticos como leyes antisindicales. Pero su meta era la misma, reducir la parte de los ingresos de la clase trabajadora en la economía. Los resultados económicos fueron la razón de la desfalleciente popularidad de Thatcher. Como apuntan los autores de The Spirit Level [Richard Wilkinson y Emily Pickett], la desigualdad creada llevó a enormes males sociales, al aumento de la delincuencia, adicciones de toda clase y epidemias sanitarias, entre ellas de salud mental.
La destrucción de la industria a manos de Thatcher, combinada con la desregulación financiera y el “big bang” [la reforma de la Bolsa y la City de Londres aplicada desde el 27 de octubre de 1986] iniciaron el declive del ahorro y la acumulación de deuda de los sectores privado y público que llevó directamente a la crisis bancaria de 2008. La idea de que los banqueros asignarían racionalmente recursos para beneficio de todos nosotros fue siempre una mentira de las gordas. Una abrumadora mayoría paga hoy el precio de este experimento fallido con el rescate de los accionistas bancarios.
Thatcher se vio sustentada por un extraordinario golpe de suerte. Casi desde el momento en que atravesó el umbral de Downing Street, la economía se zambulló en la bonanza petrolífera. Durante su período en el poder, lo recibido por el gobierno gracias al petróleo llegó a un 16% del PIB. Pero en lugar de utilizar esta ganancia inesperada para impulsar la inversión con vistas a una prosperidad a más largo plazo, se destinó a recortes de impuestos. La inversión pública recibió un buen tajo. Para cuando terminó su mandato, el presupuesto militar excedía de modo ingente a la inversión pública neta.
Este desplome de la inversión, y la destrucción aneja de industria y empleos, constituyen el desastroso legado económico y social del thatcherismo.
La producción fue reemplazada por la banca. La construcción de viviendas dio paso a las agencias inmobiliarias. La asistencia social substituyó al empleo decente. Hasta que no se efectúe una ruptura con ese legado no podrá producirse una reconstrucción seria de la economía de Gran Bretaña.
La actual crisis económica ha durado ya un año más que la Thatcher creó a principios de los 80. En efecto, las medidas políticas son hoy las mismas, pero no hay petróleo nuevo que venga a rescatarnos.
El laborismo ganará las próximas elecciones debido al declive del apoyo a los tories, que es más reducido incluso con Cameron que con Thatcher. Pero el laborismo debe llegar al poder con una política económica capaz de reconstruir la economía británica, lo que significa una ruptura clara con las políticas económicas de Thatcher. El laborismo puede construir una alianza con la abrumadora mayoría que lucha bajo la austeridad: una coalición política que reoriente los recursos hacia la inversión y la prosperidad sostenible utilizando todas las palancas a disposición del gobierno.
Podemos tener éxito rechazando el thatcherismo, política y economía del declive y el fracaso.
Kenneth Robert Livingstone
Referente del ala izquierda del Partido Laborista y contracara de la tercera vía encarnada por Tony Blair, fue alcalde de Londres de 2000 a 2008.
Link
Publicado originalmente en el diario británico The Guardian del 11 de abril de 2013 y reproducido por Sin Permiso como parte de un dossier sobre el legado de Thatcher.
http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2013/apr/11/throw-out-myths-margaret-thatcher
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