Ética y pautas

Escribe Oscar R. González

El oficio periodístico está en crisis. No se trata sólo de las nuevas urgencias impuestas por los avances tecnológicos ni de los drásticos cambios en las condiciones laborales. La mayor amenaza es que muchos medios no son ya empresas periodísticas, sino conglomerados económicos para los que la información sólo importa en tanto implique rentabilidad o sea instrumento, usualmente extorsivo, para generar o preservar otros negocios.

El aura de idealismo que rodeó el ejercicio del periodismo ha sido sustituida por el pago al contado y la revelación de las maquinaciones extorsivas contra gobiernos populares —Venezuela, Ecuador, Argentina— ha devaluado la antigua confianza social depositada en los medios.

Mientras los dueños de aquellos conglomerados siguen presentándose como resguardo de la libertad, los argentinos sabemos, gracias a una batalla cultural que se libra en varios frentes, que ninguna agenda informativa es neutra y hemos aprendido a discernir el papel que juegan los periodistas estrella, mercaderes del dato incierto, el trascendido avieso y la campaña descalificadora.

La Presidenta, que no cultiva la hipocresía y elige un vínculo no mediado con la sociedad, aludió hace poco a un caso prototípico, pero no único. Sus dichos trajeron airadas respuestas de los mismos monopolios que desde hace tiempo pretenden imponerle cómo y dónde informar.

Los verdaderos periodistas, en cambio, seguramente recogerán la invitación a establecer ellos mismos ciertas pautas éticas que sean inmunes a las otras pautas, las corporativas, que asoman detrás de cada campaña de mentiras contra un gobierno que promueve la redistribución de la riqueza, pero también la redistribución de la información.